Ciertas tareas, por lo demás, son siempre asumidas por el mismo sexo. En todas las culturas cazadoras-recolectoras conocidas, son siempre los hombres los encargados de la caza, mientras que las mujeres siempre se dedican a la cocina y a la nutrición. En todas estas sociedades, igualmente son los hombres quienes ocupan la posición social dominante. Su dominio principal lo constituye la vida social y política. Las responsabilidades encargadas a las mujeres son generalmente de carácter privado: están más relacionas con el universo familiar que con la comunidad entendida en su conjunto.
Esta repartición de los roles sociales entre los sexos ha preocupado a los investigadores durante mucho tiempo.
Nunca existió un desarrollo unilineal de la humanidad, ni las diferentes culturas no han pasado sistemáticamente de la <
Por otra parte, las tentativas hechas hasta el presente para otorgar a los individuos un rol sexual diferente a su sexo biológico (experiencias de John Money y Anke Ehrhardt) han estado coronadas por multitud de sucesos.
Ciertos teóricos "culturalistas" (B.T. Davies, Paul Rosenblatt, Michael Cunningahm) han intentado demostrar que los factores biológicos intervienen muy débilmente en la determinación de las elecciones profesionales de la mujer. Esta afirmación está en sí misma sujeta a precaución. En la historia se encuentran escasísimas mujeres filósofas o compositoras de música, y en la actualidad la inmensa mayoría de las mujeres se dirigen vocacionalmente hacia las tareas más o menos vinculadas a su carácter propio. La proporción de camioneros varones es inmensa con relación a las mujeres del mismo oficio, quizás porque en cualquier parvulario todo el mundo puede observar que solamente los niños juegan con autos en miniatura y que, cuando estos juguetes se ofrecen a las niñas, pronto los desdeñan y se aburren con ellos. En los Estados Unidos, el 80% de las mujeres empleadas en la medicina tienden a consagrarse a la pediatría y la ginecología, mientras que la cirugía es ejercida casi exclusivamente por varones.
Estos hechos encuentran una explicación lógica en la teoría según la cual las diferencias sexuales de comportamiento social prolongan ciertas predisposiciones innatas, resultantes de la selección natural de la evolución y de una adaptación que ha marcado a los sexos en sus roles específicos.
Edad Media
La situación así examinada no parece muy favorable a la mujer. Y así es, desde luego, en la Alta Edad Media: el marido puede matar a su esposa adúltera después de perseguirla a latigazos, desnuda, a través del pueblo. La multa impuesta al asesino de una mujer es la mitad del precio de la muerte de un chico hasta los 14 años (época de la fertilidad femenina), superior al del varón entre los 14 y 20 y, a partir de los 20 años, seis veces inferior. La mujer sierva o esclava no puede casarse fuera del dominio de su señor y, si lo hace, sus hijos serán repartidos entre su señor y el de su marido. La mujer no elige, por supuesto, marido, pero acepta el que ha escogido su padre o su «linaje» por brutal, viejo o, al contrario, joven y amante que sea. De todas formas, corre siempre el riesgo de ser violada por algún bandido o por un señor rebelde y enemigo, de ser raptada, o de ser repudiada y condenada al convento si no a la muerte, según el buen parecer y deseo del hombre en general y del suyo en particular.
Eternamente menor de edad, la mujer pasa del «poder» de su padre al de su marido y no puede actuar nunca sin el permiso o la «licencia» de este varón. y no Hablemos finalmente de las condiciones de vida y existencia de la mujer de un labrador, de un miserable artesano en las ciudades, o de las viudas que componen la gran mayoría de la población pobre socorrida en las ciudades del final de la Edad Media.
Se deduce así, lógicamente, que desde la Edad Medía hasta nuestros días, el transcurrir de los años, decenios y siglos ha significado una evolución positiva, continua, ascendente de la mujer, tanto en lo que toca a la visión que de elija tiene la sociedad como la que ella lleva sobre sí misma.
Con Tomás de Aquino (1225-1274) santo y doctor de la Iglesia, esta «hija de Eva» se convierte en «una deficiencia de la naturaleza» que es «por naturaleza propia, de menor valor y dignidad que el hombre»; tras una rigurosa y aplastante demostración, el teólogo afirma que «el hombre ha sido ordenado para la obra más noble, la de la inteligencia; mientras que la mujer fue ordenada con vista a la generación».
En sentido contrario a lo que suele creerse, en !a Edad Media existe, a nivel del saber y de la enseñanza, una relativa pero cierta igualdad. Empezando por las capas «bajas» de la sociedad, en su mayoría campesinas, se advierte una ausencia generalizada de instrucción, tanto para los hombres como para las mujeres; éstas participan así de las conversaciones y de la vida social en posición de igualdad con sus maridos o hermanos. En un tipo de sociedad en el cual reina el analfabetismo, la transmisión oral de la cultura se realiza tanto a través de la madre o del padre a los hijos, como entre vecinos o vecinas, etc.
En la economía rural la mujer nunca estuvo ausente, compartió con los varones las diversas tareas de la siembra, las mieses o la cosecha, el cuidado de los animales y el mantenimiento de la casa. La incorporación de la mujer al trabajo -dividido en «oficios» o «artes»- se realizó a menudo a través de la asociación familiar: la mujer ayuda a su marido en el oficio de éste, y luego le sustituye o le sucede. En el seno de esta misma asociación familiar, el padre enseña su arte a hijos e hijas.
No obstante, en términos generales -y eso no es para sorprendernos-, los salarios femeninos solían ser inferiores a los masculinos y las más desfavorecidas eran las obreras que trabajaban en su domicilio.
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